El Flamenco y el gen del movimiento en el baile.
El Flamenco se ha hecho inmenso, abarca a artistas de todas las nacionalidades
que pueden expresar y ganarse la vida bailando Flamenco. Ellos consumen el arte y la
sabiduría de la fuente, en Andalucía -como siempre y desde siempre- para expandirlo
por el resto de España y el mundo. Estudiantes de todas las regiones del planeta están
aprendiendo español, tan sólo por comprender el mensaje del cante y el lenguaje de las
clases, como pellizco, recoger, aire. La enseñanza se va a adaptando a la necesidad de
tener que transmitir un mensaje cifrado como si fuera la tabla del dos.
Es cierto, el Flamenco es muy difícil. Desde comprender musicalmente la
métrica del compás por bulerías, lanzar un grito de dolor sin gritar, o su ejecución
misma a la hora de bailar. Cualquier músico experimentado se rompe la cabeza en ésta
yuxtaposición del ¾ y 6/8, lo mismo que una gran cantante de garganta prodigiosa no
logra decir los ayes de salida o los melismas del cante. El mejor bailarín del Bolshói
puede adaptar su cuerpo a cualquier tipo de danza, pero para el flamenco es tan torpe
como cualquier principiante. En cuanto al baile, no se trata de habilidades físicas se
trata de comprender el gen del movimiento flamenco.
Por mi clase han pasado grandes músicos, cantantes y profesionales del baile de
otras danzas, con base en la danza clásica -el flamenco les destrozó sus parámetros-
todos podían aprender a “hacer” desde el primer momento, pero ninguno captaba la
sensación de pellizco, aire o soniquete. Si para éstos profesionales su percepción se
densificaba, ¿podéis imaginar lo que supone para cualquier persona con cultura musical
o corporal corriente? Ni siquiera me refiero a quien no comprenda el idioma, que por
supuesto presume aún más esfuerzo, sino a quienes no conocen la energía de su cuerpo.
Pongo un ejemplo: cuando en clase digo “levanta el esternón”, suelen levantar los
hombros y además acortan la respiración. Esto ocurre cuando no habitamos en nuestras
sensaciones.
Alguien totalmente ajeno a la cultura del flamenco pero apasionado por él,
necesita comprender mentalmente, para dar la orden a su cuerpo de hacer. Copiar lo que
el maestro propone, ya es un pobre recurso; de éste modo no hay presencia en el cuerpo,
porque las sensaciones que rellenan una marcaje no se hacen conscientes. Tengo
alumnos que en su primera clase me informan de todos los grandes artistas del flamenco
con los que han dado sus clases, la verdad es que en algún punto me asusto y me
pregunto “¿Qué voy a enseñarle yo?” Ellos cogen rápidamente los ejercicios y los
pasos, pero el cuerpo va a tirones, descolocado, sin aire y con esfuerzo.
Se está reinterpretando el arte de los grandes -de los pocos que quedan, como
Manuela Carrasco, Matilde Coral, Angelita Vargas, La Chana o los que ya no están
como Farruco, Carmen Amaya, la lista es larga y vale quilates-. Reinterpretándose para
la enseñanza, e investigando a través de la dimensión corporal, el gen de esos
movimientos flamencos. Sin empañar el arte como expresión única de la personalidad
flamenca de los “antiguos”. Los maestros que somos contemporáneos a ellos, no
creamos éste arte, pero lo decodificamos. Siguiendo el proceso de nuestros propios
movimientos con la vida a través del gen flamenco primero y luego pasándolo a los
alumnos. Yo me considero una de ellos, ya que mi formación como terapeuta corporal
me ha dado las herramientas necesarias para saber percibir en el cuerpo de los alumnos
o consultantes.
Me apasiona observar la transformación que acontece, cuando se toma
conciencia con unas pocas y simples pautas, lo que ocurre con la propia energía. Se abre
un camino mente-cuerpo, que con la práctica lleva a la mutación: primero el cuerpo
¿Qué siento? Y luego la mente ¿que pienso de esto que siento? Porque la vida como el
baile, ocurre en el cuerpo.
La India
Flamenca -Terapeuta Corporal-Escritora
www.la-india.es
21.5.2017